jueves, 6 de septiembre de 2007

Definiciones y delimitaciones de Martin Esslin

Muchos miles de volúmenes se han escrito sobre el drama y todavía parece no existir una definición del término que sea generalmente aceptada. ‘Una composición en prosa o verso’, dice en mi edición del Diccionario Oxford, ‘adaptada para ser actuada sobre el escenario, en la que se relata una historia por medio de diálogo y acción y que se representa, acompañada de gesto, vestuario y escenario, como en la vida real.’ Esta definición no solamente es larga y presentada de manera torpe y embrollada, sino que está completamente incorrecta. ‘Una composición en prosa o verso’ parece implicar un texto previamente compuesto, así que esta definición no se aplica a un performance dramático improvisado; ‘... en el cual una historia se relata por medio de diálogos...’: ¿qué hay entonces con estos exquisitos dramas de pantomima con los que las multitudes parisinas se entretenían en el siglo XIX o que artistas como Marcel Marceau nos ofrecen actualmente? ‘...adaptado para ser actuada sobre el escenario...’: y ¿qué hay sobre el drama que se presenta en televisión, radio o cine? ‘... representada con gesto, vestuario y escenografía...’: gestos, sí; pero he visto muy buen drama sin vestuario o de hecho ¡sin escenografía! ... como en la vida real...’: ahora, esto va un poco más allá. Parece asumirse que todo el drama debe ser realista. ¿Son como la vida real, Esperando a Godot y La Viuda Alegre? Ambos son todavía drama, indudablemente.

He revisado otras definiciones de diccionario y han resultado ser igualmente desorientadoras e incorrectas. El hecho es que el arte, la actividad, la búsqueda humana o el instinto que se incorporan al drama, están tan profundamente ligados a la naturaleza humana misma, y a una multitud de búsquedas humanas, que es poco menos que imposible dibujar una línea divisora exacta donde un tipo más general de actividad termina y dónde el drama mismo comienza.

Uno puede, por ejemplo, mirar al drama como manifestación del juego de instintos: los niños que representan a Mamá y a Papá o a vaqueros e indios están, en algún sentido, improvisando drama. Uno puede ver el drama como la manifestación de una de las primeras necesidades sociales de la humanidad, la del ritual: las danzas tribales, los servicios religiosos, los sucesos importantes del estado, todas contienen fuertes elementos dramáticos. O uno puede ver el drama como algo que uno va a ver, lo cual se presenta y está organizado como algo que va a ser visto, un espectáculo: en Grecia, teatro (..theatron) significaba un lugar donde uno va a ver algo: la entrada triunfal a Roma de un emperador victorioso, contenía elementos dramáticos, de igual modo las contiendas gladiatorias entre cristianos y leones y las ejecuciones públicas, también todos los deportes públicos. Ninguna de estas actividades puede ser considerada como drama en todo su sentido, pero, de hecho, las líneas divisoras entre ellos y el drama son muy fluidas: ¿es un circo, por ejemplo, donde los acróbatas despliegan sus proezas actividad deportiva? ¿Qué hay entonces con los payasos que desarrollan hazañas acrobáticas con pequeñas escenas fársicas? ¿Qué hay con los jinetes que despliegan sus habilidades en un ataque simulado sobre un escenario preparado? Johann Wolfgang von Goethe
[1], el príncipe de los poetas alemanes, renunció a su puesto como director artístico del Teatro de la Corte en Weimar en protesta contra una obra que incluía las hazañas de un perro actor. Quizá hizo lo correcto, sin embargo ¿no era su definición del drama un tanto estrecha? ¿El drama deja de ser drama cuando no todos los actores son seres humanos? ¿Qué pasa entonces con el teatro de marionetas y el teatro de sombras (como el de Java), y qué hay de las películas de animación en las que los actores son meros dibujos?

Quizá uno debería acercarse a las definiciones del drama desde ese ángulo: no hay drama sin actores, ya sea que estén presentes en carne y hueso o sean sombras proyectadas sobre una pantalla, o marionetas. ‘Ficción actuada’ puede ser una definición del drama corta y concisa, excepto que excluiría al drama documental, que es realidad actuada. ¿Podría ser la declaración adecuada: ‘una forma de arte basada en acción mimética’? Pero entonces hay ballet abstracto o, de hecho, películas animadas que mientras todavía implican acción, no son, estrictamente hablando, miméticas. ¿Son todavía drama? Sí, en un sentido; no, en otro.

Las definiciones y la reflexión sobre éstas son valiosas y esenciales, pero nunca se deben convertir en absolutos, si eso sucede, se convertirán en obstáculos para el desarrollo orgánico de nuevas formas, de la experimentación y de la creación. Esto sucede porque una actividad como el drama tiene delimitaciones móviles con las que se renueva continuamente tomando elementos de fuentes que hasta ahora se habían considerado más allá de sus límites. Realmente no importa si el circo o el music hall, o las procesiones políticas o del concierto pop pueden ser estrictamente definidas como formas del drama. Lo que es cierto es que el arte del drama ha recibido de aquéllas, inspiraciones importantes, algunas veces significativamente abrumadoras. Y similarmente, derivada de formas más estrictamente definidas del drama, pueden surgir nuevos desarrollos como el Happening o el espectáculo multimedia. Habrá aún una gran cantidad de debate acerca de si estas formas todavía podrían ser llamadas drama; tal debate será valioso en el proceso de clarificación de las ideas y métodos, pero el verdadero resultado en lo que concierne a la pregunta -¿es drama, no lo es?- será relativamente de poca importancia.

Hay, sin embargo, un punto básico de importancia fundamental que tiene que ser enfatizado porque, aunque es obvio, continúa siendo persistentemente ignorado, particularmente por aquellos que como críticos y profesores académicos de drama, se constituyen en guardianes de su tradición y enseñanza: y ello es que el teatro –drama escenificado- es en la segunda mitad del siglo XX, únicamente una forma de expresión dramática –relativamente menor- y que el drama mecánicamente reproducido por los medios masivos, el cine, la televisión y el radio, por muy diferentes que sean algunas de sus técnicas, también es fundamentalmente drama y obedece a los principios básicos de la sicología de la percepción y comprensión de las que derivan todas las técnicas de la comunicación dramática.

El drama es una técnica de comunicación entre los seres humanos que han entrado a una fase completamente nueva de desarrollo de verdadera importancia secular en una era en la que el gran crítico alemán Wlater Benjamin caracterizó como la de la ‘reproducibilidad de los trabajos de arte’. Aquellos que todavía consideran al teatro como la única verdadera forma del drama son comparables con aquellos contemporáneos de Gutenberg quienes podían reconocer solamente al libro manuscrito como un verdadero libro. A través de los medios masivos, el drama se ha convertido en uno de los medios más poderosos de comunicación entre los seres humanos, mucho más poderoso que la mera palabra impresa que fue la base de la revolución de Gutenberg.

Ello es porque el conocimiento de la naturaleza del drama, la comprensión de sus principios y la habilidad de pensar y hablar sobre él críticamente, se ha convertido en algo muy necesario en nuestro mundo. Y eso no aplica solamente a trabajos importantes del espíritu humano como las obras de Sófocles o Shakespeare, sino también a la comedia de situación en televisión o, en efecto, a las formas dramáticas más breves, la televisión y el comercial de radio. Estamos rodeados de comunicación dramática en todas los países industrializados del mundo actual, deberíamos de ser capaces de comprender y analizar su impacto en nosotros mismos –y en nuestros hijos. La explosión de las formas dramáticas de expresión nos presentan todos los riesgos considerables de ser esclavizados a formas insidiosas y subliminales de manipulación de nuestra conciencia, pero también a inmensas oportunidades creativas.


[1] N. del T. Goethe gustaba de las obras teatrales de marionetas. Fue a través de las representaciones de este tipo, que el autor conoció la leyenda de Fausto.